martes, 15 de abril de 2014

EL PAPEL DEL PEDIATRA EN EL DIAGNOSTICO DE LOS SINDROMES AUTISTAS

Autora: Lilia T. Negrón R., PsiquiatraDirectora del Centro de Diagnóstico y Tratamiento para Autismo

SOVENIA
Caracas-Venezuela


Colaboradoras:   Elizabeth Fegara, Lic. Educación
                             Marina Torrealba, Lic. Educación
                             Wendy  Estrella,  Lic. En  Psicología


El Autismo Infantil, entidad clínica descrita por Leo Kanner, Psiquiatra, en el año 1943 como una Psicosis Infantil Precoz inicia su historia dentro del campo de la Psiquiatría, y como tal no puede ser objeto de estudio por parte de los pediatras, más aún cuando se consideraba como un trastorno de origen emocional y básicamente consecuencia de unos padres rechazantes y poco afectuosos.

Esta primera teoría sobre el origen emocional del trastorno ha traído consecuencias negativas y atraso en lo referente a otras investigaciones que se hubieran podido hacer. Se necesitaron muchos años de repetidos fracasos de los esfuerzos terapeúticos de psiquiatras y psicólogos, y de lucha de los padres que no aceptaban ser culpabilizados como agentes causales de la enfermedad de sus hijos para que a partir del año 1964, cuando Bernard Rimland expone su tesis sobre el origen orgánico del trastorno, se inician una serie de investigaciones que cambiaron totalmente el rumbo de la historia del autismo.

Fue necesario acabar con los mitos mantenidos hasta esa fecha como el que los padres eran los que ocasionaban el autismo en sus hijos por ser personalidades frías, rechazantes, que no daban afecto; que los niños autistas al crecer se convertirían en adultos esquizofrénicos; que los padres eran sujetos psicóticos; que los niños no se curaban porque los padres no se sometían a tratamiento psiquiátrico; que los profesionales de la Medicina siempre son los que tienen la verdad y la visión objetiva del problema; que los padres no deben tener conocimiento de las limitaciones del médico para establecer un diagnóstico y pronóstico en el autismo; que el prestigio del profesional se mide por el número de casos curados; que el diagnóstico es solo para profesionales y que los familiares del paciente no necesitan mayor información sobre el cuadro clínico de éste.



Para el año 1976, Mary Coleman, Neuropediatra realiza una de las investigaciones conocidas más completas sobre los aspectos biológicos del autismo, logrando reunir a 78 niños autistas, los cuales fueron estudiados y comparados con 78 niños normales, controlando una serie de Variables. De acuerdo con los hallazgos de esta investigación, Coleman reporta diferentes tipos de Síndromes Autistas en los que ya se pueden determinar diversas etiologías y trastornos asociados, factores de riesgo pre y paranatal (mayor incidencia de exposición de los padres a sustancias químicas, así como hipotiroidismo), factores de riesgo en las primeras etapas de la vida de los sujetos (infecciones por Toxoplasma Gondi y Virus del Herpes), anomalías físicas (implantación más baja de pabellones auriculares, sindactilia, hiperterolismo, paladar elevado) que permiten pensar en la presencia de factores genéticos. Igualmente se han encontrado factores de riesgo durante el embarazo (sangramiento en segundo trimestre, rubeola, pre-eclampsia). Como podemos observar los últimos 20 años de investigaciones nos confirman el origen orgánico del trastorno, pensándose en una etiología multicausal y en la posibilidad de la existencia de diferentes tipos y grados de autismo.

 La Pediatría surge como una especialidad de la Medicina en los últimos años del siglo XIX y su objetivo es permitirle llegar al niño a la edad adulta en perfecto estado de salud física, mental y social. El Pediatra es quizás entre los médicos el que tiene una mayor responsabilidad sobre la salud de los pueblos y tiene que ser un gran clínico para diagnosticar y tratar a un paciente que muchas veces por su corta edad no está en capacidad de explicar sus malestares. Por esto, tiene que apoyarse en las observaciones de las personas que cuidan del niño, y estas personas, por lo general son las madres, y las madres están muy involucradas emocionalmente.

 Cuando una madre observa a su hijo enfermo puede angustiarse y esa angustia puede hacer que deforme la información que debe darle al médico, exagerando u omitiendo algunos síntomas. Esta madre necesita una persona que la oiga con paciencia, que oriente la entrevista y le baje el nivel de angustia. Esa persona, es por supuesto, el Pediatra, quien en muchas oportunidades es el Pediatra de la familia, el que atendió a la madre o al padre cuando fueron niños, el médico de confianza al que pueden llamar cualquier día y a cualquier hora, y del que recibirán todo tipo de enseñanzas para conjuntamente llevar ese hijo hasta la edad adulta completamente sano y maduro para beneficio de la sociedad donde vive. Muchos relatos de la vida de niños autistas escritos por los propios padres nos hablan del constante deambular de esos padres de un especialista a otro y de un centro a otro buscando ayuda para el hijo en el que vienen observando trastornos en el desarrollo, trastornos que por su variedad y polimorfismo logran confundir a los especialistas más experimentados.



La Psiquiatría Infantil nació en el año 1937, y apenas un año después de su nacimiento, el Psiquiatra Leo Kanner tiene la oportunidad de examinar a un niño de dos años y medio que lo desconcertó por su capacidad para memorizar los nombres de todos los Presidentes y Vice-Presidentes de los Estados Unidos, pero que era incapaz de mantener una conversación y de relacionarse con otras personas. Cinco años más tarde (1943) es cuando Kanner describe el Autismo Infantil. Hoy día el Psiquiatra es el último especialista al que la madre consulta cuando ya ha pasado por el Pediatra, Neurólogo y Psicólogo; en cambio, desde siempre el Pediatra ha sido el primer especialista al que la madre acude ante cualquier problema de su hijo. Esto dicho, por la autora en el año 1987 en el I Taller sobre Síndromes Autistas, efectuado en Caracas en Noviembre de ese mismo año; hoy en el año 2001 está llegando a ser una realidad, gracias a las investigaciones mantenidas por el visionario Dr. Bernard Rimland quien  desde los años sesenta, lucha en la búsqueda de un tratamiento curativo para este trastorno severo y que en los últimos años ha venido incrementando su incidencia.  El Dr. Rimland ha logrado reunir a los mejores investigadores en el área del Autismo y desde el año 1995 viene convocando a estos investigadores en las Conferencias D.A.N. (Defeat Autism Now).

 Es importante actualizar lo que planteábamos en el año 1987 sobre el papel del Pediatra en el diagnóstico de los Síndromes Autistas y para esto haremos un resumen de las investigaciones realizadas en los últimos años.

 Desde los años sesenta el Dr. Bernard Rimland del Instituto de investigación de la Conducta Infantil (ICBR), hoy Instituto de Investigación de autismo (ARI), inició los estudios sobre los efectos de las terapias  con altas dosis de vitaminas en los niños autistas.  El interés en este estudio se originó de la información reportada por los padres, ya que generalmente observaban cierta mejoría en sus hijos cuando eran tratados con vitaminas.

 El Dr. Rimland determinó que la mayoría de las vitaminas administradas correspondían al grupo del Complejo B.  Posteriormente realizó una investigación con 191 niños autistas a los que se les administraron dosis elevadas de vitaminas B, C y Magnesio y concluyó que el 45% de los casos mostraron un incremento de conductas adaptativas y un 21.5% evidenció un discreto incremento de dichos comportamientos.

 En Venezuela, para el año 1978 pudimos observar a un joven con autismo de 18 años de edad que nunca había hablado y empezó a hacerlo al indicarle altas dosis de vitaminas del Complejo B, C y Magnesio.  Luego en 1986, una pequeña de 09 años, al empezar a recibir las megadosis de vitaminas presentó una evolución y cambios conductuales asombrosos, desapareciendo la mayoría de sus características autísticas.  En el caso del joven de 18 años, y revisando su historia clínica, hoy nos damos cuenta que de pequeño sufrió de infecciones respiratorias altas y a la edad de 07 años fue intervenido de adenoides.  En el caso de la niña de 09 años, encontramos que desde bebe tomaba excesiva cantidad de leche artificial, sufría diarreas frecuentes presentando también alteración de la flora bacteriana intestinal y alimentos sin digerir en las heces.

Por esta misma época, el Dr. Rimland empezó a hablar de los efectos de ciertos alimentos sobre la conducta infantil, encontrando alteraciones con: los azúcares (los padres reportaban que sus hijos y ellos mismos tenían “hipoglicemias”), el trigo y la leche.  Reportes de los padres hablaban del incremento de las conductas disruptivas cuando sus hijos consumían estos alimentos y disminución de tales comportamientos cuando los mismos eran excluidos de sus dietas.

 En 1979, Panksepp, lanza la hipótesis del exceso de opioides como causa del Autismo, sugiriendo que el Autismo puede resultar de la actividad excesiva de los opioides en el cerebro durante el período neonatal, lo cual podría inhibir la motivación social llevando al aislamiento del autista.  Reichelt (1981) propone que estas sustancias opioides pueden derivarse del metabolismo incompleto de ciertos alimentos, y en especial del gluten, del trigo y otros cereales y de la caseína de la leche y derivados lácteos.  Shattock (1991), también sugiere que los péptidos resultantes de la incompleta división de estas proteínas puede tener una acción opioide o pueden actuar con las enzimas peptidasas que tendrían que dividir los opioides endógenos, teniendo entonces el efecto de aumentar la acción de estos.  Como consecuencia de una excesiva actividad opioide, se afectaría diversas conductas y las funciones ejecutivas de alto nivel.  Todas estas alteraciones darían los síntomas que constituyen el Autismo.


 Fuente: http://www.sovenia.net/autismo7.html

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