jueves, 23 de enero de 2014

Reduciendo la ingesta rápida de comida en adolescentes con autismo: uso de la ayuda de una alarma

Journal of Applied Behavior Analysis
Melissa M. Anglesea, Hannah Hoch, and Bridget A. Taylor
(Alpine Learning Group)
Journal of Applied Behavior Analysis 2008, 41, 107 – 111
Reduciendo la ingesta rápida de comida en adolescentes con autismo: uso de la ayuda de una alarma
Este estudio evaluó los efectos de la vibración de una alarma para incrementar la duración de la ingesta de comida en tres adolescentes con autismo en quienes se observó que comían muy rápido. Se enseñó a los participantes a tomar un mordisco sólo cuando la alarma vibraba en intervalos predeterminados. Un diseño de inversión indicó que la vibración de la alarma consiguió incrementar con éxito la duración total del tiempo de la comida, de esta manera se ralentizó el ritmo de ingesta para los tres participantes
La ingesta rápida es un problema comúnmente observado en personas con trastornos del desarrollo (McGimsey, 1977). Esta conducta puede producir serios problemas de salud como vómitos (Kedesky & Budd, 1998), y puede ser socialmente estigmatizante. La ingesta rápida es difícil de tratar porque el reforzador (es decir, la comida) es accesible en una tasa muy frecuente cuando un individuo ingiere la comida rápidamente, de esta manera se forma una ingesta rápida (Lennox, Miltenberger, & Donnelly, 1987). Lennox y col. utilizaron reforzamiento diferencial para las respuestas bajas y ayuda para reducir la tasa de ingesta en participantes con discapacidad intelectual. Wright y Vollmer (2002) ampliaron los resultados de Lennox y col. estudiando la implementación del programa de reforzamiento diferencial para respuestas bajas realizando algunos ajustes. Ambos programas fueron efectivos en la reducción de la tasa de ingesta, pero ambos se basaban en la presencia continuada de una persona para implementar dichos programas.
Los avances en la tecnología han permitido el éxito al utilizar las alarmas con vibrador como pista para que las personas con autismo se impliquen en conductas importantes, como iniciaciones verbales y no verbales (por ejemplo, Taylor & Levin, 1998; Taylor, Hughes, Richard, Hoch, & Rodriquez-Coello, 2004; Shabani y col., 2002). La vibración de la alarma proporciona una ayuda discreta (es decir, otras personas no son conscientes de que los estudiantes están siendo ayudados para implicarse en una conducta objetivo) y no requieren una persona que proporcione las ayudas. Por lo tanto, el propósito del presente estudio fue determinar si la vibración de una alarma podía ser utilizada como ayuda para la ingesta de comida a intervalos fijos en jóvenes con autismo, de esta manera el ritmo de la ingesta se ralentizó.
MÉTODO
Participantes y situación
Participaron tres chicos adolescentes con autismo, Mark (19 años), Jack (15 años), y John (15 años). Todos mostraban habilidades para comer de forma independiente (por ejemplo, usaban los cubiertos apropiadamente) y tenían una historia de ingesta rápida de comida. Mark y Jack también tenían un historial de rumiación y de reflujo gastroesofágico. Todos acudían a una escuela que atendía a niños con autismo. Los profesores de los participantes llevaban a cabo las sesiones de entrenamiento en el pupitre de cada participante en su clase. Las sesiones de prueba se llevaron a cabo en una mesa en la clase donde los participantes almorzaban con sus compañeros.
Materiales
La comida utilizada en las pruebas para cada participante fue una que ellos tomaban habitualmente durante el almuerzo (es decir, una porción de pizza para Mark, yogurt para Jack, y 10 gajos de clementina para John). Estos alimentos no estaban disponibles para los participantes en la escuela fuera de las sesiones de prueba. A parte se seleccionaron unos snack como comida de entrenamiento (por ejemplo, galletitas saladas, patatas, palomitas y galletitas de queso) y variaban a lo largo de las sesiones de entrenamiento. Los participantes usaban uno de los dos tipos de alarmas de vibración – El MotivAider y el Invisible Clock- dependiendo de cual estaba disponible en su clase. El tiempo de vibración podía ser programado en segundos en ambos dispositivos. La función de repetición permitía que las alarmas repitieran la vibración en el intervalo de tiempo designado (por ejemplo, si la alarma estaba programada para vibrar en 20 segundos en la función de repetición, vibraba cada 20 segundos hasta que alguien la apagara). El MotivAider vibraba durante 3 segundos consecutivos y luego dejaba de vibrar. El Invisible Clock vibraba de forma continuada hasta que el maestro o el participante presionaban un botón en el dispositivo. El intervalo de vibración se reiniciaba tan pronto como la alarma comenzara a vibrar, y la duración de la vibración (es decir, el tiempo hasta que el participante presionaba el botón) no afectaba al intervalo diseñado entre vibraciones.
Se tomaba el tiempo en el que un hombre adulto de desarrollo normal comía uno de los alimentos de la prueba para calcular el intervalo de vibración. El intervalo de vibración para cada comida fue calculado dividiendo la duración del tiempo que el adulto tardaba en comer entre el número de bocados que el participante tomaba durante la línea base. Por ejemplo, si el adulto tomaba aproximadamente 170 gramos de yogurt en 212 segundos, la media de ingesta de la misma cantidad de yogurt para Jack fue de 16 bocados con una media de 63 segundos cuando la alarma de vibración no estaba activada. Basándose en estos datos, Jack podía haber tomado un bocado aproximadamente cada 13 segundos (212 segundos dividido entre 16 bocados es aproximadamente 13 segundos entre bocado y bocado) para ingerir el yogurt con el mismo número de bocados (16) en casi el mismo tiempo que un adulto de desarrollo típico (es decir, 212 segundos). Se uso el mismo procedimiento para determinar el intervalo para los otros dos alimentos (es decir, unos 25 segundos de intervalo de vibración de la alarma se determinó en Mark para la pizza dividiendo 162 segundos entre seis bocados, y 10 segundos de intervalo de vibración de la alarma se determinó en John para las clementinas dividiendo 93 segundos entre 10 bocados).
Toma de datos y diseño
La principal medida dependiente en este estudio fue el número total de segundos que se tardaba en ingerir la comida. El investigador registraba el tiempo que tardaba en comer desde el segundo en que el maestro presentaba la comida hasta que el participante tragaba el último bocado. El maestro medía el tiempo de la comida usando un reloj digital, que él o ella iniciaban cuando la comida era presentada y paraban cuando el participante tragaba el último bocado. El maestro también utilizaba papel y lápiz para registrar el número total de bocados para tomar todo el alimento. Se usó un diseño de inversión para evaluar los efectos de la vibración de la alarma en el número total de segundo del tiempo necesario para consumir los alimentos.
Acuerdo entre observadores
Un investigador independiente y entrenado estuvo presente en el 17% de las sesiones y anotaba el total de segundos que duraba la comida y el número de bocados. El acuerdo se calculo dividiendo el tiempo más breve o el número menor de bocados entre el tiempo más largo o el mayor número de bocados, multiplicado por 100%. El acuerdo entre observadores fue del 100% para el número total de bocados y del 99% (rango, 98% a 100%) para la media total de segundos de tiempo necesario para comer para todos los participantes.
Procedimiento
Ayuda de la alarma inactiva. El maestro llevaba a cabo las sesiones durante el almuerzo. Cada participante llevaba una alarma con vibrador en la cintura de su pantalón (el maestro apagaba las alarmas o les quitaba la batería). El maestro presentaba la comida fijada para la prueba (pizza, yogurt y clementina) y una vez que la hubieran consumido el maestro presentaba el resto del almuerzo del participante. El maestro permanecía a una distancia de entre 2 a 4 metros del participante a lo largo de la sesión. El maestro no proporcionaba ayudas o reforzamiento referente a la ingesta. Bebidas como agua o zumo estaban disponibles a lo largo de la sesión, y el estudiante podía tomarlas a su antojo. Durante esta condición el maestro nunca preguntaba al participante si quería beber.
Sesiones de entrenamiento. El maestro llevaba a cabo las sesiones de entrenamiento fuera de la hora del almuerzo para enseñar al participante a ingerir diferentes tipos de snack sólo cuando vibraba la alarma. El maestro programaba la alarma para vibrar en intervalos variados (rango, de 10 a 30 segundos) a través de las sesiones de entrenamiento para disminuir la probabilidad de que el participante comenzara a responder a un programa basado en intervalos específicos y para incrementar la probabilidad de que la alarma sirviera como ayuda para responder. Durante la primera sesión de entrenamiento, el maestro guiaba físicamente al participante para colocar su mano en la alarma y para esperar hasta que la alarma vibrara antes de ingerir un trozo del snack (Taylor y Levinn, 1998). El participante no necesitó mantener su mano en la alarma entre vibraciones durante mucho tiempo ya que aprendió a responder a estas a través de las sesiones de entrenamiento. El maestro impedía los intentos de tomar un bocado antes de que la alarma vibrara, y después guiaba la mano de los participantes de nuevo hacia la alarma. El maestro ayudaba a los participantes a coger un trozo de snack cuando la alarma vibraba. Todos los participantes comieron de forma independiente.
La mano del participante era guiada de nuevo hacia el localizador inmediatamente después de que el bocado de comida entraba en su boca. El maestro proporcionaba reforzamiento verbal (por ejemplo, “Me gustó como esperaste hasta que vibró la alarma”) si el participante esperaba hasta que la alarma vibraba para tomar un bocado. El maestro proporcionaba ayudas físicas al participante que estaba utilizando el Invisible Clock para presionar en el dispositivo el botón de apagado antes de coger un snack. Las ayudas físicas para responder a la alarma fueron desvanecidas a ayudas gestuales (no se necesitaron otros tipos de ayudas). Cada sesión de entrenamiento constaba de 10 ensayos, y duraban de 100 a 300 segundos. Todos los participantes tomaron un bocado sólo cuando la alarma vibraba en el 100% de los ensayos en dos sesiones consecutivas de entrenamiento dentro de las cinco sesiones y nunca recibieron entrenamiento adicional.
Ayuda de la alarma activada. Una vez que el entrenamiento fue completado, los maestros llevaron a cabo sesiones para evaluar los efectos de las alarmas durante las sesiones de prueba en el almuerzo con los alimentos que se habían seleccionado (pizza, yogurt y clementina). Estas sesiones fueron idénticas a las de la condición en las que la ayuda de la alarma estaba inactiva, con la excepción de que las alarmas fueron programadas para vibrar en el intervalo diseñado.
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
Los resultados (Figura 1) indicaron que el número total de segundos de tiempo para comer los alimentos seleccionados incrementó cuando y sólo cuando los participantes usaban la vibración de la alarma, de esta manera la ingesta disminuyó para los tres participantes a una duración comparable a la de un adulto de desarrollo típico. La media total de segundos de tiempo para comer los alimentos seleccionados fue relativamente corta, con 93 segundos, 63 segundos y 29 segundos para Mark, Jack y John, respectivamente, cuando la ayuda de la alarma no estaba activada. El número total de segundos de tiempo para comer incrementó a 159 segundos, 200 segundos y 84 segundos para Mark, Jack y John, respectivamente, cuando la alarma estaba activada. Además el número de bocados tomados no difería sustancialmente con o sin la alarma, indicando que el participante no se limitaba a tomar bocados mayores cuando la alarma vibraba (para consumir la comida más rápidamente). En concreto, la media del número total de bocados fue 6, 16, y 10 con la vibración de la alarma inactivada y 5, 14, y 10 cuando la alarma fue activada para Mark, Jack y John, respectivamente.
Estos resultados son alentadores e indican que las personas con autismo pueden aprender a responder a la vibración de una alarma como pista para la ingesta de comida. Una ventaja de utilizar esta tecnología es que es discreta y portátil y se pude usar fácilmente en situaciones donde hay más personas presentes. Además, los participantes fueron capaces, en efecto, de controlar la ingesta de forma independiente (por ejemplo, esperaban de forma independiente a la pista de la alarma), por lo que requerían menos supervisión inmediata y ayudas de los maestros. De hecho, una prueba para Jack reveló que la ingesta se mantenía al mismo ritmo cuando el adulto dejaba la habitación y observaba a través de un espejo unidireccional, indicando que las ayudas de la alarma podían permitir al adulto desvanecer por completo la supervisión a la hora de comer. No se llevaron a cabo más evaluaciones para determinar si los participantes continuaban respondiendo a la alarma en ausencia de sus maestros. Por lo tanto no se puede determinar si la alarma sola fue la responsable del cambio en la conducta, o si los maestros también ejercían algún control sobre el ritmo a la hora de comer. Al parecer, sin embargo, la vibración de la alarma estaba controlando la respuesta, porque todos los participantes tomaban un bocado de comida inmediatamente después de la vibración de la alarma en el 100% de las oportunidades durante las sesiones de prueba. Futuras investigaciones pueden considerar utilizar un sistema de medida más preciso para determinar el grado de control ejercido por las ayudas de la alarma. Son necesarias investigaciones adicionales para investigar el desvanecimiento o la retirada de las ayudas de la alarma para que el individuo aprenda un ritmo de ingesta sin pistas (por ejemplo, disminuir poco a poco la intensidad de la vibración hasta que la alarma no vibre).
Una limitación de la generalización de los resultados es que las sesiones de prueba fueron llevadas a cabo con un solo tipo de comida durante el almuerzo para cada participante tras el entrenamiento con una variedad de comidas. La aplicabilidad de las ayudas de la alarma con otras comidas, durante otros momentos del día, y en situaciones naturales también deberían ser estudiadas. Además este estudio no evalúa los cambios cualitativos en las conductas de comer de los participantes como un resultado de usar la alarma. En otras palabras, es dudoso si los observadores independientes podían haber juzgado la manera de comer de los participantes como socialmente aceptable con la alarma o sin ella. Futuras investigaciones podían considerar obtener medidas de validez social de observadores independientes para determinar los beneficios cualitativos de usar las alarmas. A pesar de estas limitaciones, este estudio es el primero en ofrecer evidencias de que las ayudas con alarmas pueden ser usadas para reducir la ingesta de comida de los participantes aproximándose a la duración observada en adultos de desarrollo típico sin la supervisión continuada de un adulto y sin ayudas.
Fuente: http://autismodiario.org/secciones/salud/alimentacion/

Los desordenes de la alimentación en los Trastornos del Espectro del Autismo

desorden alimentacion y autismoUno de los problemas que se presentan de forma generalizada en los niños con Trastornos del Espectro del Autismo son los relativos a la alimentación. Este hecho genera una gran cantidad de consultas por parte de las familias hacia los profesionales, por las connotaciones -evidentes- del riesgo para la salud y el desarrollo del niño, pero no siempre se obtienen las respuestas correctas a estas peticiones. Nos encontramos ante un gran abanico de factores que a su vez van a generar una serie de desencadenantes a cual más problemático. Para abordar este serio problema de los desordenes de la alimentación en el niño con Trastornos del Espectro del Autismo (TEA) se llevó a cabo en la ciudad de Valencia (España) y dentro del marco de las II Jornadas Multidisciplinares de los TEA unas jornadas especializadas en este ámbito. Aquí les traemos las conclusiones mas relevantes de este fantástico curso organizado por laAsociación ATTEM de la ciudad de Valencia.
La prevalencia de los desordenes alimenticios en niños y niñas con TEA es elevada, muy elevada, según las últimas revisiones podemos hablar que este tipo de desordenes se presentan en alrededor del 90% (Kodak & Piazza, 2008) de los niños y niñas con TEA, desde casos muy severos a desordenes leves. Alrededor del 70% de los casos son considerados como hiperselectivos (Twachtman-Reilly, Amaral & Zebrowsky, 2008). Los cuadros ante los que nos podemos enfrentar son diversos pero con consecuencias similares: desde hiper a hiposensibilidad; hiperselectividad, problemas de masticación; bajo tono muscular maxilofacial; problemas sensoriales; problemas digestivos; estreñimiento; diarrea; alteraciones producidas por la medicación; ansiedad; intolerancias y alergias; halitosis; aerofagia,…, sin contar que muchos de estos problemas pueden aparecer de forma simultánea, o unos ser consecuencia de otros. Pero finalmente nos encontramos con cuadros que afectan directamente a la salud del niño que presenta estos desordenes de la alimentación, en muchos casos estos desordenes pueden crear problemas muy serios que incluyan el ingreso hospitalario del niño.
El desarrollo en los hitos de alimentación de un niño se puede encuadrar en el siguiente esquema:
  • De 0 a 3 meses de edad: Succiona de forma natural al acercarle el pecho, biberón o chupete. Extiende la lengua más allá de los labios
  • De 3 a 6 meses: Sujeta el biberón con las manos; Cierra los labios para sellar la boca; Puede tomar semi-solidos de una cuchara; Mueve la lengua dentro y fuera sin problemas; Realiza movimientos verticales de masticación.
  • De 6 a 9 meses: Retira la comida de la cuchara con los labios; Se limpia el labio inferior con los dientes; Bebe de un vaso sin atragantarse; Mastica alimentos.
  • De 9 a 12 meses: Mastica alimentos sólidos; Se lleva alimentos a la boca; Bebe de una taza o vaso con ayuda; Controla el babeo.
  • De 12 a 18 meses: Come solo con la cuchara; Bebe de un vaso sin ayuda.
  • De 28 a 24 meses: Mastica con movimientos rotatorios; Bebe de una taza solo sin derramar el contenido; Come la comida solo utilizando una cuchara derramando algo.
  • De 24 a 36 meses: Pincha la comida con el tenedor; Termina de pelar, desenvolver o destapar alimentos.
  • De 36 meses en adelante: Utiliza los útiles adecuadamente para comer; Ayuda en las tareas de preparación de comida y mesa.
Esta clasificación (presentada por la especialista en nutrición infantil Lucía Villaba) nos muestra los hitos más comunes que el niño debe adquirir en lo referente al proceso de alimentación, es una clasificación aproximada, pero que nos muestra los hitos más comunes que el niño debe ir adquiriendo con el paso del tiempo. Si se aprecian diferencias significativas puede ser un signo de alerta de que algo no va del todo bien.
¿Cual son las causas más habituales de los desordenes alimenticios en niños y niñas con TEA?
  • Alteración Sensorial
  • Rigidez e inflexibilidad
  • Alteraciones sociales
  • Médicas: Alergias, intolerancias, desordenes del aparato digestivo, consumo de fármacos,…
Las alteraciones sensoriales sueles ser las más habituales, e incluso derivar posteriormente en un problema de tipo médico. Las alteraciones generadas por la conducta normalmente están relacionadas con inflexibilidad y rigidez, pero estos aspectos pueden verse potenciados por los problemas sensoriales, llegando a desarrollarse conductas incluso obsesivas que alteran gravemente los patrones de la alimentación del niño. Otro de los aspectos relacionados es la calidad de la comunicación, a peor comunicación más probabilidad de que el niño desarrolle problemas de alimentación. Ya sea porque sencillamente algo no le gusta y asocia un color, olor, textura, temperatura,.., de algo que no le gusta a un mayor abasto de alimentos, con lo cual un problema de comunicación nos va a generar también un problema de alimentación.
En muchos casos los diferentes problemas se retro-alimentan unos a otros, es decir, un problema sensorial se aumenta con uno conductual, una alteración social se aumenta por la rigidez, un problema sensorial se alimenta de los anteriores, un problema médico aumenta la irritabilidad que desemboca en conductas más restrictivas,…, de forma que podemos entrar en situaciones realmente complejas. A su vez podremos también encontrarnos con bajo tono muscular en la zona maxilofacial, esta hipotonía puede tener un origen diverso: Ausencia de masticación, que evidentemente no desarrolla la musculatura; Alteraciones físicas de carácter médico, que requerirán otro tipo de intervención; Aspectos morfológicos como una maloclusión por ejemplo.
Otro de los aspectos está relacionado con el apetito, podremos encontrarnos con niños inapetentes, que sumado a otros problemas que puedan aparecer de forma simultánea, nos van a hacer muy complicada la hora de la comida. También nos encontraremos con niños muy glotones, que presentan un elevado nivel de ansiedad que solo calman devorando (con el consiguiente riesgo de obesidad). Y también encontraremos niños con un nivel muy normal de apetito. Cada grupo puede presentar a su vez conductas totalmente diferentes ante problemas idénticos. Por ejemplo un niño con un apetito normal y que presente alteraciones sensoriales que le dificulten la ingesta de alimentos se va a comportar de forma muy irritable durante todo el día, sencillamente tiene hambre (por ejemplo). Pero esta misma situación en un niño inapetente solo creará irritación el momento mismo de la comida. Aprender a desenmarañar estas situaciones y saber identificarlas nos va a ayudar mucho a la hora de afrontar estos problemas.
No obstante, lo más habitual es encontrarnos con cuadros de hiperselectividad y/o hipersensibilidad. De hecho la combinación de ambos es también bastante habitual, donde los problemas sensoriales potencian las conductas restrictivas.
Hipersensibilidad Ante un cuadro de hipersensibilidad podemos encontrar conductas tales como:
  • Acumulación de alimentos en la boca, sin que el niño se de cuenta
  • Bocados muy grandes
  • Busca sabores fuertes (Limón, picante, quesos azules,…)
  • Predilección por alimentos crujientes
  • Pasión por refrescos gaseosos
  • Tendencia a tomar la comida o muy caliente o fría
  • Presencia de babeo abundante
  • Dificultad a la hora de limpiar al niño
  • Reacciones exageradas
En casos de hipersensibilidad podremos ver que el niño no se deja tocar la cara, y sobre todo la parte que rodea la boca (Zona orofacial). A su vez cepillar los dientes puede convertirse en una misión muy complicada por la resistencia del niño. Ante alimentos de consistencias mixtas es habitual una postura de rechazo, y presenta reflejos de vomito cuando se le fuerza. Puede mantener la comida en la boca durante mucho tiempo, o directamente escupirla, cualquier cosa para no tragarla. Puede presentar reacciones que a priori parecerán exageradas, con arcadas, detección de pequeños cambios en las texturas de la comida, muy sensibles a variaciones de temperatura. En casos de una hipersensibilidad excesiva en la zona orofacial será recomendable consultar al especialista para que hagan trabajos específicos de forma que se reduzca la reacción adversa del niño. También encontraremos niños que no soportan tener la cara húmeda con rastros de comida Este tipo de intervención ayudará al niño a no presentar conductas exageradas cuando le metemos la cuchara en la boca, o cuando le limpiamos al cara, etc,…
Hiperselectividad Ante un cuadro de hipersensibilidad podemos encontrar conductas tales como:
  • Rechazo absoluto a probar nuevos alimentos
  • Obsesión por comer siempre lo mismo
  • Fijación con determinadas texturas, sabores, olores temperaturas,…
  • Obsesión con determinadas marcas o con los envases. Por ejemplo, el niño solo come una marca determinada de yogur, el fabricante cambia el diseño del envase y el niño ya NO quiere el yogur.
  • Predilección por determinados alimentos excluyendo todos los demás
La hiperselectividad alimenticia de niños con Trastornos del Espectro del Autismo (TEA) genera grandes problemas a la hora de la comida. El niño sencillamente se niega a ingerir alimentos que no estén dentro de su “lista” de alimentos admitidos, este hecho genera una mala calidad en la nutrición del niño y a su vez un elevado nivel de desesperación y estrés en los padres y cuidadores.
Otros problemas conductuales que podemos encontrar son los relacionados con la conducta depica, donde el niño ingiere o lame sustancias que a priori no son alimenticias, como tierra, insectos, papeles, heces,… También nos vamos a encontrar con conductas de ingesta compulsiva de alimentos, no presentando el niño una saciedad controlada. Otro problema es el relacionado con la inapetencia o falta de apetito por parte del niño, que convierte en un drama la hora de comer.
Pero también nos vamos a encontrar con problemas de tipo médico, en algunos casos estos están causados por las conductas que generan estos desordenes, los cuales a su vez generan trastornos del aparato digestivo. Los más habituales son: Dolor abdominal; Estreñimiento; Diarrea; Vómitos (en muchos casos vómitos cíclicos); Encopresis; Regurgitación y rumiación; intestino irritable; desnutrición; aerofagia; halitosis; Intestino irritable; … Esta larga lista puede darse de forma individual o en forma combinada.
En muchos casos los problemas gastrointestinales tienen una relación directa con los problemas relacionados con el desorden alimentario. Por ejemplo, una mala masticación, alimentación restrictiva (verbigracia: solo comer yogures) o una alimentación compulsiva, pueden producir problemas de estreñimiento, a su vez el estreñimiento condiciona aun más la conducta del niño, que como le duele presenta una mayor irritabilidad, y como ir al baño es algo doloroso lo evita y agrava aun más el problema de estreñimiento, pudiendo tener que acudir a un centro hospitalario para que ayuden al niño a eliminar las heces. A su vez podemos encontrar cuadros de irritabilidad intestinal asociada a los problemas de defecación, ya sean por estreñimiento crónico o por diarreas crónicas.. Como vemos los problemas se van encadenando unos con otros en una secuencia que puede adquirir consecuencias graves.
Dentro de los problemas médicos también nos encontraremos con las alergias e intolerancias a determinados alimentos. Ésta no es una cuestión baladí, ya que cuando estamos ante niños con un bajo nivel de comunicación y un desorden de la alimentación descubrir qué alimentos pueden resultar nocivos para el niño va a ser complejo. En el caso de alergias severas la reacción ante la ingesta de un alimento determinado provocará una reacción visible, pero en casos mas leves descubrir la relación entre un alimento y una alergia o intolerancia puede ser complicado. No obstante no debemos confundir alergias con intolerancias, ya que no es lo mismo.
La alergia a los alimentos es una respuesta inmune exagerada del organismo cuando entra en contacto con el alérgeno contenido en un determinado alimento, produciendo un efecto negativo sobre la salud. Las alergias pueden ser permanentes o temporales, desde niveles leves a severos, pueden producir desde reacciones visibles en la piel, molestias digestivas y problema gastrointestinales (Diarreas, aerofagia, dolor abdominal, irritación intestinal,…) y en casos muy severos shocks anafilácticos. Los alimentos que estadísticamente producen más alergias alimentarias son: melocotón, leche, huevo, melón, gamba, pescado, kiwi, plátano, nuez, sandía, cacahuete, manzana, tomate, piña y avellana.
Las intolerancias, al igual que sucede con las alergias, pueden ser de leves a severas y de permanentes a pasajeras. El consumo de un determinado alimento provoca efectos adversos en la salud de la persona, que sin presentar un cuadro como el de las alergias, sí genera un impacto negativo en la salud. La intolerancia más extendida es la que tiene que ver con los productos lácteos, ya sea una intolerancia a la lactosa o intolerancia a las proteínas de la leche de vaca. La intolerancia a la lactosa puede producir vómitos, dolor abdominal o gases. La intolerancia a las proteínas de la leche de vaca suele ser pasajera y desaparecer con el tiempo.
Como es obvio, un niño que siente malestar físico, va a presentar además un cuadro de conductas problemáticas, irritabilidad, cansancio, etc. Detectar el posible origen de este malestar va a ser de gran ayuda para mejorar el estado general de salud del niño y por tanto que su conducta mejore de forma inmediata.
Otro de los problemas que podemos encontrar son casos de desnutrición, la cual viene dada por casos de inapetencia más desordenes sensoriales, o en caso de niños que son buenos comedores, pero los desordenes sensoriales convierten la hora de la comida en algo horroroso, con lo cual, acaban o no comiendo nada o comiendo mal. Y antes de tener que llegar al extremo de una alimentación forzada (a través de una sonda nasográstrica, por poner un ejemplo) es mejor intervenir para resolver estos desordenes.
Hay que destacar también que el uso de fármacos pueden incidir de forma negativa en los proceso digestivos y conductuales del niño. En el caso de los psicofármacos, entre los numerosos efectos adversos que producen, pueden ser también responsables de alteraciones gastrointestinales que afecten a la salud del niño. Si su hijo es consumidor de este tipo de fármacos y detecta cualquier alteración (diarreas, estreñimiento, aerofagia, ansiedad o alimentación compulsiva,…) acuda a su especialista y evalúen la conveniencia de la retirada del fármaco y su sustitución por una intervención terapéutica.
Las dietas restrictivas, riesgos y beneficios
Según estudios llevados a cabo en Europa y EE.UU. se estima que alrededor del 50% de las familias de niños con autismo han seguido algún tipo de dieta restrictiva, siendo la más famosa la que elimina lácteos y gluten. Se ha creado una corriente que asocia determinados alimentos con el autismo. A pesar de la innumerable cantidad de estudios que se han llevado a cabo para confirmar este hecho a día de hoy aún no se ha podido comprobar esta relación. Lo que sí se ha comprobado desde tiempos inmemorables es que cuando comes un alimento que te sienta mal tu salud empeora y por tanto también tú conducta. Y esto es aplicable al 100% de la población, tengas autismo o no. Es importante poder separar de forma adecuada los aspectos de la calidad nutricional y de alimentación del niño y la existencia o no de un trastorno.
Muchas familias que pusieron a dieta a sus hijos hablan maravillas del efecto de la dieta. Suelen informar que el niño tenía desordenes alimenticios y que tras poner a dieta al niño su conducta mejoró de forma inmediata. Lo que suelen obviar en esta explicación es que no fue sino hasta el momento de poner a dieta al niño cuando se trabajo su desorden alimenticio. Y al ir resolviendo este desorden alimenticio el niño mejoró. Es decir, no fue la dieta en sí lo que produjo la mejora en el niño, sino la intervención que se llevó a cabo para resolver el desorden de alimentación.
Con esto no quiero decir que haya niños que realmente necesitan eliminar determinados alimentos de su dieta, ya que la prevalencia de alergias e intolerancias entre niños con autismo no va a diferir demasiado del resto de niños. Y obviamente si se retiran los alimentos que le provocan malestar, el niño va a mejorar a nivel global sí o sí. Muchas familias que inician algún tipo de dieta con sus hijos, cuando la abandonan no notan retrocesos, de hecho muchas informan de un mayor avance. Es decir, que debemos ser muy cuidadosos con este aspecto y saber diferenciar entre un desorden alimenticio y una alergia o intolerancia. Existe una máxima que dice “Somos lo que comemos”, es muy importante el tener una alimentación sana y equilibrada para tener un buen estado de salud, al igual que lo es tener hábitos saludables de vida, hecho que nos dará un mejor estado de salud y por tanto mejorará nuestra calidad de vida a nivel global, y en el caso de un niño con autismo esto también es aplicable.
Cada vez se documentan más casos de niños con TEA que presentan graves alteraciones relativas a su alimentación. Carencias de vitamina C (En el Reino Unido se han dado diversos casos de escorbuto), carencias en vitamina B12, desnutrición, hipocalcemia, etc… Sean muy cuidadosos con los suplementos alimenticios, un abuso de los mismos puede producir problemas de salud en el niño, incluyendo trastornos en el metabolismo o alteraciones del sistema inmune. Si su hijo requiere de algún tipo de dieta restrictiva siga los consejos de los profesionales del sector de la salud y nutrición.
Es por tanto muy importante dejar claro que las dietas de eliminación de gluten y caseína NO deben ser llevadas a cabo en los niños con autismo si no existe un motivo médico que lo recomiende. El porcentaje de niños que realmente se benefician de este tipo de dietas restrictivas no difiere mucho de niños sin autismo que también presentan alergias o intolerancias.Los riesgos de las dietas restrictivas suelen superar con creces los beneficios si estas no tienen un riguroso control. Tomar en consideración desde el punto de vista correcto los desordenes alimenticios es fundamental. Es mucho más útil para el niño emplear el tiempo y los recursos en resolver sus desordenes alimenticios que en pretender buscar una curación milagrosa en base a una dieta.
¿Cómo enfrentar los desordenes alimenticios?
Ante todo, ¡Paciencia!
Ante todo, ¡Paciencia!
Hemos visto de forma resumida los mayores problemas que afectan a la alimentación del niño o niña con autismo y en cómo estos desordenes afectan a su salud en general y por tanto van a crear situaciones muy complicadas que empeoran la calidad de vida no solo del niño, sino del conjunto familiar. Que el momento de la comida sea un momento amargo va a traer resultados muy malos a todos los niveles, trabajar para resolver estos problemas es básico.
Básicamente podemos decir que no existe una “receta” mágica que resuelva este tipo de desordenes. Pero existen diferentes enfoques en función de cada niño para abordarlos. Es muy importante también contar con la asesoría de especialistas en este tipo de desordenes (no hay muchos, pero existen). Básicamente el mejor consejo se basa en paciencia y constancia, que junto con una intervención adecuada va a dar resultados positivos en todos los casos.
En primer lugar, y vaya esto como premisa. La familia NO es la culpable de los problemas de alimentación del niño. Estos problemas se generan por los aspectos que hemos relatado y no por una mala actuación de los padres.
Para llevar a cabo la intervención deberemos establecer una serie de hitos posibles a abordar, es decir, qué queremos ir consiguiendo en este aspecto, siempre desde el respeto al niño, con paciencia y de forma individual (no hay dos niños iguales). No pretendamos que se resuelva en dos días, demos tiempo al niño, hay que tener en cuenta que a mayor severidad de los desordenes más tiempo nos va a llevar corregirlos. Es muy importante que hagamos un análisis previo de los hábitos alimenticios del niño, de forma que podamos establecer la estrategia que mejor se adapte a sus necesidades.
Usemos apoyos visuales, anticipemos al niño de forma comprensible para él el momento de la comida. No alarguemos de forma indefinida el tiempo de la comida, pongamos tiempos máximos (30 minutos es más que suficiente). Midamos la cantidad de comida que se le pone al niño en el plato. Es mejor ponerle poca de forma que el plato se acabe, antes que saturar al niño. Es muy importante que el momento de la comida se convierta en algo agradable, de la misma forma que el uso de reforzadores positivos al finalizar la misma nos va a ser de gran ayuda.
Hay que respetar también los gustos del niño, si no le gusta el brócoli, pues le daremos otra cosa. Forzarlo no va a ayudar. Hay que procurar que el niño no coma nada fuera de los horarios establecidos para las comidas. A su vez, el entorno ha de ser confortable para el niño. Por ejemplo, el comedor de un colegio no va a ser siempre el mejor lugar, una cantidad excesiva de ruidos, olores, …, pueden alterar al niño por saturación.
Hay que conseguir que el niño permanezca sentado durante el tiempo destinado a la comida. Por tanto será importante adecuar los tiempos al propio niño en función de cuan inquieto sea. Es mejor que no existan excesivas distracciones. Lo mejor es iniciar este proceso enfocándonos en una sola comida al día. Por ejemplo, si es un equipo de terapeutas quienes van a iniciar este proceso, lo más lógico es que se lleve a cabo con la comida del mediodía, dejando algo más de libertad al niño en el resto de las comidas del día. Si por contra lo vamos ha llevar a cabo en casa es importante que primero comamos nosotros (nada hay peor que dar de comer a un niño que no quiere comer cuando nosotros tenemos hambre), y por norma general (cada familia tendrá sus propias circunstancias) la cena suele ser el mejor momento, ya que no tenemos otras actividades tras al cena que nos hagan generar un estrés adicional. Por ejemplo si lo queremos hacer en el desayuno y ese día el niño se levantó con el pié izquierdo, nos pondremos todos muy nerviosos ya que llegamos tarde al -colegio, trabajo, citas varias,…- mientras que si lo hacemos en la cena, tras la misma lo normal es irse a dormir.
Si el niño está demasiado condicionado, o sencillamente nuestra paciencia es escasa, o nuestra casa es un lugar con mucho alboroto (por poner un par de ejemplo), es recomendable que sea una persona externa en un lugar distinto quien lleve a cabo la intervención.
hipersensibilidadNormalmente los niños con desordenes son adoradores de los purés (Pudiendo éstos además deber tener un determinado color, textura, temperatura, olor,…). Suele ser más fácil para ellos el comer un puré antes que alimentos sólidos que implican masticación y una serie de sensaciones sensoriales que les producen desagrado.
Trabajaremos para introducir poco a poco los alimentos sólidos, ampliando el abasto de alimentos y sobre todo potenciar la autonomía del niño a la hora de comer, usando los cubiertos de forma adecuada. En caso de niños que presentan conductas tipo pica o de alimentación compulsiva estableceremos pautas específicas para resolver estos aspectos específicos.
Un truco bastante bueno es ir variando progresivamente la “densidad” y textura del puré, de forma que cada vez sea menos puré, o ir incluyendo pequeños trozos de alimentos sólidos. Pero poco a poco, no pretendamos que el primer día cambie todo. Seamos metódicos y constantes. Una cucharada de puré y podemos ofrecer una pequeña porción solida. No pasa nada por que la escupa.
También podemos poner pequeña porciones de otros alimentos a su vista, sin necesidad de dárselos, pero es una forma de ir acostumbrando al niño a la presencia de otros alimentos. Recuerden que este proceso se hará solo en una comida al día. Pero debemos ser perseverantes hasta que consigamos que el niño acepte el nuevo alimento (o el mismo alimento pero con una textura y presentación diferente). Usar algo que le guste en formato puré es siempre una buena idea, ya que el sabor no va a variar sustancialmente.
Es importante que el aprendizaje se base en un modelo sin errores, de esta forma evitaremos que el niño adquiera malos hábitos o que tenga cierta confusión sobre lo adecuado y lo incorrecto. En caso de niños muy glotones hay que conseguir que mastique la comida, haremos pausas entre bocado y bocado. También regularemos la cantidad de ingesta en cada comida, queremos niños sanos no obesos.
Es importante que respetemos siempre los tiempos, el uso de apoyos visuales, que tengamos una actitud positiva y que reforcemos las conductas correctas, pero sin castigar las que no lo sean. Vamos a procurar que tenga un aprendizaje eliminando los errores y potenciando el momento de la comida como algo agradable y no un castigo. Hay mil formas de conseguir adaptar la comida al niño, seamos creativos. Por ejemplo, si queremos que el niño coma galletas pero estas son demasiado “duras” para él, podemos mojarlas en leche tibia o caliente para ablandarlas un poco. Podemos modificar las texturas de los alimentos usando un poco de creatividad.
Es importante también es casos de hiperselectividad establecer un plan de introducción gradual de nuevos alimentos. Empecemos por uno que sea similar a lo que al niño le gusta, y de esta manera y de forma gradual y sin forzar al niño iremos añadiendo nuevas sensaciones a su catalogo de “comidas que me gustan”.
Es importante usar la ley del plato vacío. Es decir, una vez se acaba el contenido del plato acabamos el tiempo de la comida. De esta forma podemos graduar también los tiempos. Empezaremos siempre con requisitos bajos, con pocas cantidades de comida que iremos aumentando progresivamente. Recuerden el uso de reforzadores positivos, del uso de refuerzos visuales y al eliminación de otros estímulos que desvíen al atención del niño.
En caso de niños con un muy bajo nivel de tolerancia al estrés y con cuadros de ansiedad y una mala regulación emocional es muy recomendable usar técnicas de relajación para poder regular el momento de la comida, de forma que cambiemos la percepción del niño hacia ese momento.
A modo de corolario las bases generales serán:
  • No confundir los caprichos habituales de niños de entre 2 y 3 años con los desordenes alimenticios
  • Tengan Paciencia
  • Establecer un plan individualizado para el niño
  • Escoger una de las comidas del día para iniciar el proceso
  • Respetar al niño y sus gustos
  • No forzar ni castigar al niño
  • Establecer un entorno adecuado y tranquilo para el niño
  • Contar con el apoyo de especialistas
  • Usemos siempre apoyos visuales para el niño
  • No lo engañemos ni le mintamos
  • Usemos la técnica del plato vacío
  • Usemos una cantidad de alimento que sea adecuada para el niño. Usemos solo la cantidad que el niño sea capaz de comer.
  • En casos de hipersensibilidad trabajemos los aspectos sensoriales del niño para mejorar su actitud y tolerancia
  • Limitemos los tiempos destinados a la comida
  • Evitemos que el niño se levante durante la comida
  • Respetemos los horarios de comidas
  • Aumentar el nivel de exigencias acorde al niño y de forma gradual
  • Restringir el acceso a alimentos fuera de los horarios fijados de comidas
  • No iniciemos ningún tipo de dieta sin que exista una recomendación médica y un especialista en nutrición infantil que nos de pautas sobre una alimentación adecuada.
  • Acabar las comidas con un reforzador positivo
  • Fuente: http://autismodiario.org/2013/02/17/los-desordenes-de-la-alimentacion-en-los-trastornos-del-espectro-del-autismo/

miércoles, 22 de enero de 2014

Nuevas evidencias en la eficacia de la Integración Sensorial en el Autismo


Los investigadores del Instituto Farber de Neurociencias de Filadelfia publicaron un estudio(1) destinado a evaluar la eficacia de la Integración Sensorial en el autismo, en el cual se demostró que los niños que recibieron terapia de Integración Sensorial mejoraron más que aquellos que no la recibieron. Este es un nuevo trabajo destinado a fortalecer la evidencia de la importancia que la Integración Sensorial tiene en la intervención de niños con Trastornos del Espectro del Autismo. No debemos olvidar que validar este tipo de intervención es siempre muy complejo, y aunque desde la práctica diaria ya se venía afirmando desde hace algunos años la validez, es básico el poder dar una constancia medida basada en una metodología que pueda ser replicable. Así funciona la ciencia.
Sabemos que uno de los déficits en el autismo está ligado al Trastorno del Procesamiento Sensorial, y este aspecto incluye: Alteraciones auditivas (Niños que no soportan determinados sonidos); táctiles (No se dejan tocar o abrazar, o no soportan la ropa o los zapatos); visuales(Visión focal o mala coordinación oculo manual) ; de gusto y tacto bucal (Desordenes de alimentación); olores (Hiper o Hipo sensibilidad ante determinados olores); y, en suma, todo aquello relacionado con nuestros sentidos. Obviamente no en todos los niños se presentarán los mismos ni con la misma intensidad, pero existir existen, según diferentes autores este trastorno se encuentra entre el 45 y el 96% de los niños con TEA. Es por tanto importante que se integren adecuadamente en los planes de atención temprana este tipo de intervención ya que en combinación con el resto de terapias aumentan y aceleran de forma susceptible los avances del niño o niña con TEA.
Este estudio evaluó una intervención para el déficit sensorial en 32 niños con autismo con edades entre los 4 y 8 años, utilizando un diseño de ensayo aleatorio. El resultado del estudio fue que los niños que recibieron la Terapia de Integración Sensorial, mejoraron más que los niños que no la recibieron. Aumentaron la puntuación sobre logos y consecuciones en aspectos tales como: Necesidades individuales; Aumento de conductas funcionales, requiriendo menos atención en actividades tales como el autocuidado o actividades sociales; mejoras en las habilidades de modulación y de praxis sensoriales (capacidad de concebir, planificar y organizar acciones motoras dirigidas a un objetivo).
Aunque según comentan los propios autores, es importante poder replicar el estudio y aumentar la muestra para aumentar la fortaleza de las conclusiones, lo que estos estudios y otros previos están poniendo de manifiesto es, lo que ya en la práctica diaria se observa, que los desordenes sensoriales afectan negativamente en la calidad de vida de la personas, y que disminuir el impacto de este desorden mejora incluso el trabajo de los otros terapeutas que trabajan con el niño. El ser humano es un ser sensorial, obviar este principio es no abordar de forma adecuada la intervención del niño con TEA. Disponer de herramientas que nos ayuden a estandarizar las intervenciones es básico y fundamental.
Fuente: http://autismodiario.org/2013/12/29/nuevas-evidencias-en-la-eficacia-de-la-integracion-sensorial-en-el-autismo/

¿Realmente hay una epidemia de autismo? La prevalencia a examen

Es obvio que en los últimos años se ha dado un gran incremento en los diagnósticos de Autismo. También es obvio que los modelos diagnósticos se han perfeccionado mucho y que cada vez se diagnostica antes. También la calidad del diagnóstico impacta, de tal forma que los diagnósticos erróneos son cada vez menores. Y también es cierto que sigue existiendo una gran diferencia entre prevalencia antes y después de los 5 a 6 años de edad. Siguen dándose falsos positivos. Se estima que la prevalencia media mundial ronda 1 por cada 175 niños, aunque los datos por país pueden variar sustancialmente en función de la metodología empleada para llevar a cabo las mediciones.

A principio de los 2000, se especuló que el aumento de la prevalencia era provocado por el tiomersal de las vacunas, esto afortunadamente ya se ha descartado, aunque siguen existiendo movimientos que aun piensan que la culpa es de las vacunas. Quizá debieran saber que en Suecia y Dinamarca el tiomersal fue eliminado de las vacunas pediátricas a finales de los 90(1) y a pesar de este hecho la prevalencia no ha disminuido en los últimos 15 años, tienen más información sobre este particular en un artículo de Alexis Rebolledo en la revista El Mostrador.
Pero veamos en profundidad qué datos sobre prevalencia aparecen en diferentes países para ver si realmente estamos ante una epidemia o realmente es que el diagnóstico ahora es mejor. No olvidemos que entre el acervo popular existe la creencia de que algunos niños sencillamente se desarrollan de forma tardía, la típica frase de “ya hablará”, esto nos viene a afirmar que socialmente existe una creencia sobre este particular, que en parte podría explicar una parte de esos falsos positivos. También hay que tener en cuenta que aquellas personas que están en la zona más leve de los Trastornos del Espectro del Autismo (TEA) nunca tuvieron un diagnóstico de nada, salvo la etiqueta social de “raros”. De igual forma, hasta no hace demasiado el autismo solo se identificaba con casos más severos, y generalmente con un diagnóstico tardío. A su vez, la inexistencia de planes de intervención temprana o el gran desconocimiento sobre qué había que hacer ante un caso de autismo, generaban casos mucho más graves que en la actualidad, donde estos planes de atención unidos al conocimiento actual han hecho que se haya pasado de considerar que el 80% de las personas con autismo tenían discapacidad intelectual a un 20 a 25% en la actualidad. Cifra que por cierto sigue bajando. Al aumento de la prevalencia por tanto hay que añadir el cambio en la línea de corte, es decir, el criterio por el cual la persona entra o no dentro de un TEA, al haber cambiado esta línea de corte muchas más personas entran en este diagnóstico, por tanto, la prevalencia también aumenta.
Este cambio en la línea de corte podemos observarlo en el estudio Sueco(2) basado en niños de 2 años de edad. La prevalencia en este grupo de edad en Gotemburgo -Suecia- mostró un aumento dramático: de 0,04% en el año 2000, a 0,18% en 2005 y un gran salto a 0,80% en 2010 (1 cada 125). Este aumento coincide con un plan de detección temprana, que ha hecho que se detecten más casos a edad temprana, 2 años en este caso.
En otro estudio sueco(3) se analizaron los datos hasta los 17 años de edad de la provincia de Estocolmo, con una población total de 444.154 personas. Los resultados del estudio fijan la prevalencia general de TEA en 2007 de 11,5 por 1.000 (11.2 a 11.8), que van desde 6,5 por 1.000 en niños de 4-6 años a 14,6 por 1.000 entre los años 13 a 17 años. Es decir, mucho menor en niños que adolescentes. Se asocia este dato tan bajo en niños pequeños a un retraso en cerrar el diagnóstico.
Un estudio Británico publicado en octubre del 2013(4) la prevalencia del autismo entre los niños de 8 años de edad, se mantuvo relativamente estable de 2004 a 2010 en el Reino Unido tras un aumento (5 veces más) entre 1996 y 2003. En el nuevo estudio, los investigadores encontraron que entre los 8 años de edad, aproximadamente el 0,38 por ciento de los varones (1 por cada 285 aproximadamente) y el 0,08 por ciento de las niñas tienen un diagnóstico de autismo. Laincidencia anual -la tasa de nuevos casos- también se mantuvo estable en un 0,12 por ciento de los varones y el 0,02 por ciento de las niñas. Es curiosa la baja prevalencia que este estudio arroja, ya que en comparación con un estudio de 2006 en la región sur del Támesis del Reino Unido informó de una prevalencia del 1,1 por ciento en niños de 9 y 10 años de edad, y un estudio de 2009 en el condado de Cambridgeshire encontró una prevalencia de 1,57 por ciento en los niños de 5 a 9 años(5,6). Es decir, el modelo de cálculo crea importantes variaciones en los datos sobre prevalencia.uk-autism-prev
Durante el pasado III Congreso de Autismo de Monterrey (México), Manuel Esquer Sumuano, del Instituto Tecnológico de Sonora, presento el informe preliminar sobre prevalencia de Trastornos del Espectro del Autismo en el Sur del Estado de Sonora, que arrojó una cifra de 1 de cada 162. Basado en un grupo de edad de 3 a 13 años, donde se excluyó el Síndrome de Rett(7). Es importante destacar que se diseñaron y desarrollaron nueva herramientas para la detección.
Este mes de diciembre se publicó en la revista Anales de Pediatría un estudio de estimación de prevalencia de Trastornos del Espectro del Autismo en Canarias(8).El estudio se centró en la provincia de Las Palmas de Gran Canaria, y se basó en 1.796 niños (50% varones, 50% féminas) con edades comprendidas entre los 18 y los 36 meses que participan en el Programa de Salud Infantil de la Comunidad Autónoma de Canarias, el resultado fue una prevalencia de TEA del 0,61% ( 1 de cada 164), aunque el resultado de este trabajo presenta una novedad y es que la ratio por sexo es 6 niñas por cada 5 niños, muy diferente de la aportada por estudios previos que informaban de más niños que niñas. Según afirman los autores “Esto puede ser debido al tamaño de la muestra que debemos ampliar en estudios posteriores para confirmar este resultado”. Estos datos que coinciden con los obtenidos por Ricardo Canal y colaboradores(9) de que uno de cada 156 niños (0,64%) presenta TEA (uno de cada 108 en el estudio 1 y uno de cada 300 en el estudio 2). Dentro de poco se publicará un nuevo trabajo del equipo de Ricardo Canal sobre el programa de cribado y en ese articulo se dan datos de frecuencia para niños menores de 30 meses, aquí un adelanto: niños con diagnóstico de autismo 3/1.000. Frecuencia de casos con autismo o con trastornos comunicativo y social detectados antes de los 30 meses 5/1.000.
En Gipuzkoa se llevó a cabo el estudio aTEA (2012) con la colaboración de la Fundación Dr. Carlos Elósegui de Policlínica Gipuzkoa, realizado con la participación de los equipos de pediatría de Osakidetza y patrocinado por la Diputación Foral y la Obra Social de Kutxa, donde se investigaron a 1012 niños guipuzcoanos que acudían al pediatra para visitas rutinarias de salud, hallándose una frecuencia de Síndrome de Asperger de 1 por cada 670 niños de 4 a 6 años, y con una prevalencia estimada para TEA de 1 de cada 250.
Quizá el lector se pregunté por qué no incluimos el estudio del CDC en el que hablan de 1 de cada 88 o el de Corea del Sur donde estimaron la prevalencia en un 2,65% de la población infantil. Sencillamente por una cuestión de metodología. Es decir, el modelo que se usó para llegar a los citados resultados. En conversaciones con algunos de los responsables del CDC en el pasado IMFAR, ellos mismos afirmaron que era una cifra difícil de defender, entendiendo que la prevalencia media real se acerca más a la de 1 por cada 175 aproximadamente. Dato que coincide más con el resto de estudios que se han llevado a cabo a nivel internacional.
En resumen, podemos ver que la horquilla de la prevalencia varía entre la de 1 de cada 125 a la más baja de 1 de cada 250. Evidentemente las metodologías empleadas, hacen variar considerablemente los resultados tal y como hemos podido ver. En lo relativo al verdadero aumento de la prevalencia de los Trastornos del Espectro del Autismo, podemos evidenciar que en los últimos años ésta se ha estancado, es decir, no sigue aumentando. A su vez, trabajos como los de Bearman pusieron en claro que un 53% del aumento de casos se explicaba por sí solo con una mejor calidad diagnóstica. Si los estudios siguen confirmando este estancamiento en la prevalencia de los TEA podremos afirmar que no existe por tanto ninguna epidemia, que es lo que todo parece indicar. Al igual que ha sucedido con otros trastornos y enfermedades que recientemente han adquirido relevancia social y mediática y por supuesto también se les ha tildado de epidemia. Es importante que no nos dejemos llevar por titulares sensacionalistas que pueden no corresponder a la realidad. Esto no es óbice para que no entendamos que los Trastornos del Espectro del Autismo deben tener una importante consideración desde el punto de vista de la investigación, de la salud, de la educación, de los derechos y del bienestar, a la luz de los datos es innegable que la cantidad de personas que entran dentro de los TEA es elevada, y por supuesto con toda la gran variabilidad del espectro en su conjunto, pero también siendo conscientes de que una intervención temprana, una adecuada atención y formación a las familias y sobre todo, una conciencia social son básicos para que el futuro de las personas con TEA esté debidamente considerado a todos los niveles.
Fuente:http://autismodiario.org/2013/12/28/realmente-hay-una-epidemia-de-autismo-la-prevalencia-examen/