La dificultad de un tratamiento sin diagnóstico médico
El tratamiento biomédico del autismo presenta
una gran complejidad, dado que el autismo es un diagnóstico psicológico, no
médico, de difícil caracterización y que representa un inmenso cajón de sastre
donde se engloban patologías desconocidas, pero que tienen algunos
comportamientos externos parecidos.
Por hacer un símil, podemos ver dos personas
mareadas por la calle con un mismo comportamiento -movimiento errático…- pero
el origen de cada uno puede ser totalmente
diferente, uno puede estar mareado por presentar una insuficiencia cardiaca y
el otro por haber bebido unas copas de más. ¿Tienen lo mismo? Evidentemente no,
pero en el momento actual si los traspolamos al autismo esas personas serían
simplemente catalogadas como “mareados” y a los dos se les aplicaría el mismo
tratamiento, a uno lo mejoraría notablemente pero al otro poco o nada.
Por ello aunque podamos analizar algunas
problemáticas de metilación, desintoxicación, gastrointestinales y neurológicas,
siempre podría quedar un gran hueco o pieza para completar el
puzzle personal de cada niño, pues el
profesional que lo trata ignora que otras patologías asociadas desconocidas
para la ciencia a día de hoy tiene ese niño, lo cual puede limitar sustancialmente
la aplicación de cualquier tratamiento biomédico.
Creo que los padres cuando empiezan agradecen que
les den esperanzas, pero quieren sobre todo que
se les den esperanzas realistas, por ello creo que es importante transmitir
este concepto a los padres para que tengan claro la disparidad de resultados
que pueden darse al aplicar tratamientos biomédicos. Pongamos un ejemplo:
Se estima que aproximadamente un 10% de personas
con síndrome de Down tienen autismo a la vez. Hagamos un ejercicio de imaginación
y supongamos por un momento que
a fecha actual no se hubiera descubierto que el síndrome de down está provocado por la trisomía del par 21 y
que los afectados tuvieran rasgos físicos normales. Estos niños estarían siendo
catalogados simplemente como “autistas”, por lo que si van a una consulta
biomédica tratarían de mejorar una serie de valores, pero ese niño siempre
tendría ese “límite” del down, lo cual sin duda alguna acotaría sensiblemente
los resultados que puedan esperarse por mucho que “técnicamente” mejoráramos la
dieta, metilación… Evidentemente mejoraría en algo pero nunca al grado de un
niño que sólo tiene los problemas que se traten.
Esto explica el porqué de la disparidad de resultados cuando
aplicamos tratamiento biomed, donde hay un "subgrupo”
de lo que se ha dado en llamar autismo, a los cuales les funciona
extraordinariamente bien al punto que pueden llegar a perder el diagnóstico y
otro subgrupo al que le
aporta mejoras mucho más moderadas.
El problema es que a día de hoy no hay forma
científica a priori de identificar si nuestro hijo
forma parte de ese “subgrupo”, dado que la ciencia ignora si puede tener otras
patologías asociadas que “limiten” su avance tal como se espera. Sólo los
resultados nos irán marcando las posibilidades y nos podrán hacer intuir el
hasta dónde podemos llegar.
No se trata de quitar
esperanzas, sino de ser realistas. Vamos aplicar un tratamiento a un niño del
que no podemos hacer un diagnóstico científico real de toda su problemática.
Vamos a analizar una parte de una problemática de la que se conoce más cada
días, y vamos a intentar tratarla, mejoraremos en esa área pero si existieran
otras problemáticas desconocidas limitaría el resultado, lo cual no quita que
si podemos debemos ayudarlo, aunque sea parcialmente. Nadie sabe a priori el
límite del niño en su mejoría.
Muchos padres abandonan los tratamientos porque se les da una visión irreal
inicial, teniendo ellos la percepción de que su hijo va a recuperarse
completamente o sí o sí, y tan pronto no ven unos resultados espectaculares se
desinflan y abandonan, aun cuando en realidad sigue habiendo un rango muy
amplio de mejora para su hijo, pero que requiere paciencia y entrega.
Esto es una maratón de largo recorrido, no una carrera de cien metros y cada
niño tiene su propio camino a descubrir. Hasta donde llega el camino nadie lo
sabe, pero como padres tenemos que ser los mayores exploradores y no rendirnos
a un determinismo pasivo.
Fuente: http://www.autismohoy.com/
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