Niños autistas:
doblemente diferentes
Si el
pequeño Luis Abdel, de cuatro años de edad, pudiera explicar cómo es él,
seguro diría palabras parecidas a las del cuento Soy diferente, pero
igual que tú:
“Me
cuesta comunicarme, mirarte directamente a la cara, identificar los gestos y tu
estado de ánimo; la mayoría de las veces no sé si estás contento, triste,
enfadado, asustado y también para mí es difícil expresar cómo me siento.
“Me
gusta mover objetos.... No suelo mentir y no entiendo las palabras con doble
sentido ni tampoco los chistes. Me cuesta imaginar.” Abdel, es un niño
autista.
¿Qué es el autismo infantil?
El
término autismo apareció en la primera década del siglo XX, introducido por el
destacado psiquiatra Eugene Bleuler. Aunque desde el año 1799, en un relato
escrito por el médico francés Itard, aparece la descripción de un niño
“indiferente a todo y atento a nada”.
Etimológicamente
el término proviene del griego “autos”, y significa “encerrado en uno
mismo”. A lo largo del tiempo se han empleado diversas denominaciones
como “niños sin comunicación”, “perturbación emocional grave”, y “niños
atípicos”, entre otras.
No
obstante, los especialistas coinciden en que es un trastorno generalizado del
desarrollo, síndrome de disfunción neuropsiquiátrica, que afecta
fundamentalmente tres áreas: comunicación, socialización y conducta.
El
autismo no muestra marcadores psicobiológicos que a simple vista permitan el
diagnóstico.
¿Cómo diagnosticar?
La
doctora Diana de la Torre Echevarría, especialista de primer grado en
psiquiatría infanto-juvenil, explicó:
“El diagnóstico
del autismo infantil es fundamentalmente clínico. Cuando un niño llega a la
escuela ya recibió el dictamen médico. La atención y seguimiento, se realiza de
conjunto entre Salud y Educación, para tratar de alcanzar el mayor avance del
niño en el transcurso de su vida, en cuanto a socialización, independencia,
comportamiento, y demás áreas del desarrollo humano.
“La parte médica garantiza la atención, y
se apoya en la psicopedagogía, para indicar cómo manejar, cómo educar, cómo
actuar en cada momento y cómo potenciar el desarrollo del niño autista”.
En este proceso el vínculo con la familia
es esencial. La observación de los padres, la familia, ofrece una
caracterización detallada al psiquiatra, para evaluar el trastorno, que
comienza antes de los 30 meses de vida.
Está
demostrado que la aparición es más frecuente en los varones que en las niñas, y
cuando aparece en personas del sexo femenino los signos son más marcados.
La
doctora Elsa Gutiérrez Baró, fundadora de la Clínica del Adolescente, en La
Habana, al referirse a la sintomatología describe:
“Los niños autistas son doblemente
singulares, diferentes de los comunes y diferentes entre sí.
“El lenguaje está afectado siempre. Los que
tienen lenguaje mantienen un tono monótono, no atienden al interlocutor y con
frecuencia repiten lo que oyen (ecolalia), el discurso es repetitivo e
irrelevante. Con frecuencia hay síntomas impulsivo-compulsivos.”
Además,
su conducta es extraña, presentan aleteos de las manos, autoagresiones,
impulsividad, los juegos son repetitivos y actúan por rutinas.
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